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Ventanas abiertas, cortinas cerradas.


Continuamente nos enfrentamos a encrucijadas, decisiones, presiones. Y el camino pareciera convertirse mágicamente en un salto que contra nuestra voluntad nos obliga a actuar.

Algunas veces visualizamos lo que viene adelante, se aprecia amenazante. Porque aunque aparece como un salto imposible, sabemos que es aquél que estamos destinados a dar. Destinados. No porque lo obligue la naturaleza, el medio, los demás... sino porque hemos tomado decisiones que traen consigo implicancias que devienen de este preciso actuar.

Y si bien suelen argumentar que el primer paso es el más difícil de dar, difiero y pongo de manifiesto que son los restantes los, en verdad, complejos. Porque una decisión puede emerger de la impulsividad, de la pasión, de la ignorancia, de las ganas de riesgo o la confusión. Pero mantenerla a cuestas, montarlas en la espalda y hacerlas propias tan distante como sea el camino elegido.. ESE es el verdadero reto.

Porque eso nos da cuenta de cuántos huevos tenemos, que tan autónomos podemos ser ante un sistema que nos aliena, que nos envuelve, y que tan certera es nuestra decisión. Aunque existirán momentos de flaqueza, lo cierto (desde mi perspectiva, claro está) es que las decisiones son para defenderlas hasta el final, para empoderarnos y volvernos fuertes en cuanto al logro de identidad e individualidad.

De lo contrario, mejor sentarse y preguntarnos qué nos mueve... para qué hago lo que hago ... y, lo más básico, si estoy dispuesto a aceptar el derecho y la responsabilidad de una u otra decisión. Cuál sería el sentido, si no, de abrir ventana a la oportunidad y cerrar cortinas a la realidad.

Total, retractos he visto varios.. y más allá de la decepción, ninguno me ha (aún) aniquilado.

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